Osmar Luis Bondoni
SEGUIR VIVIENDO
Guardo escondida una esperanza
humilde
Alfredo Le Pera
Ahora,
en el giro septuagésimo sexto de mi periplo terreno,
perdidas ya por el camino las horas de la arrogancia y de los proyectos infalibles,
cicatrizadas las heridas de los errores y las indecisiones
y domados los afanes insensatos de grandeza y fortuna,
ahora que las viejas deudas han sido definitivamente saldadas u olvidadas
y los ardores y las turbulencias han cedido el último tramo del viaje a la templanza,
ahora,
me inclino reverente ante el destino,
ante su podio universal insobornable,
para pedir seguir viviendo todavía un poco más.
Seguir viviendo
aunque tenga que cargar en las árganas del corazón tanta añoranza
por lo que se llevaron la muerte, el tiempo, los malentendidos.
Seguir viviendo
para ver a las golondrinas llegar cada vez
trayéndome sonidos de tierras que no conoceré;
para ver el incendio de los pajonales del cielo
cuando quiere amanecer;
para sentir cómo escarba en la memoria el olor de la tierra cuando empieza a llover;
para mirar desde el tren los sembradíos
que me devuelven la infancia chacarera;
para volver agradecido a los lugares donde fui dichoso.
Seguir viviendo
para poseer a la primavera y comulgar con el otoño
y para ver cómo apura el invierno las exequias de la tarde:lágrimas que se enjugan en verano sabiendo que los pájaros cantan para mí.
Seguir viviendo
para ver otra vez el mar,
indomable columpio de la eternidad;
para mirar las nubes, que traen a veces lluvia
pero siempre belleza;
para que en las madrugadas del trabajo
pueda otra vez asombrarme por la porfía del sol,
consolación de los desposeídos,
y para ver cómo estalla mi árbol azuzado por los fastos de septiembre.
Seguir viviendo
para volver a consagrar una copa de vino
en el ritual de la amistad,
y asomarme de nuevo, en un libro querido, a la página aquella que me hizo tan feliz.
Seguir viviendo
para poder sentarme a la cabecera de la mesa en la familia
y mirar, entre risas y sabores,
esos rostros amados que me llevaré algún día,
y para ver cómo empuja mi tiempo en los ojos de los niños nuevos
o sentir cómo toda mi historia se resume en el mirar de mi mujer.
Seguir viviendo
para cruzarme en la calle con un hombre
que alza sobre los hombros a su pequeño niño y piensa que no hay nada más en este mundo;
para ver cómo la brisa acaricia en los balcones las banderas
mientras el pueblo pasa festejando, reclamando, recordando;
para sentir cómo ahuyenta pesadumbres
la llave de la puerta del hogar.
A veces,
cuando el viento surero acuna las altas copas
creo entrever entre las hojas
ciertas formas, siluetas, contornos:
son los rostros sin olvido de mis amigos muertos,
mis amigos maravillosos,
los cazadores del relámpago,
los que fueron amados por las palabras
que ellos fecundaron para legarnos armonía y trascendencia,
los que opusieron al gatillo un verso
y combatieron al tiempo con la armadura del amor;
los amigos que me esperan en la luz definitiva
para seguir alimentando juntos
la fragua de las sagradas utopías.
Pero yo quisiera quedarme todavía en esta tierra amenazada,
lacerada, humillada, postergada,
seguir viviendo para ver antes de irme
aunque sea un atisbo, una señal, como un vislumbre
de que los hombres por fin se han dado cuenta.
Atardece:
los fuegos del otoño doran los últimos follajes
y resplandecen en la cabeza del hombre que está inclinado ante el destino
pidiendo humildemente seguir viviendo todavía un poco más,
un poco más.
Osmar Luis Bondoni nació en Capilla del Señor, provincia de Buenos Aires, en 1929. Obras publicadas: Poemas, Editorial Poesía Buenos Aires, 1957; Los festejos, Editorial Interlínea, 1973; Para poder vivir, Editorial Vinciguerra, 1992 (Mención de Honor del Fondo Nacional de las Artes y Recomendación en el Certamen Literario Dr. Alfredo A. Roggiano, de Chivilcoy), Papeles del Hombre Viejo, Ediciones Cinco, 2005, que obtuvo Mención Honorífica del Fondo Nacional de las Artes. Tiene en proceso de edición un libro de cuentos con el título de Un coro para él .
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