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jueves, 8 de mayo de 2014

HÉCTOR FREIRE

NOCTURNO

En las horas de calma,
el tiempo viene a comer de mi mano,
y la luna en el paisaje de la noche
parece el corazón del sol:
un simulacro en la ventana
que arroja su red de fuego sobre la memoria.

Hace tanto que su luz llena de espejos el patio
donde de niños nos vendábamos los ojos,
y recorríamos en silencio las habitaciones
hasta encontrar el amuleto de jade
que ordenaba nuestros sueños.
Pero a veces, surgía una repentina sombra,
que nos transformaba en helechos de una zona indeleble.
Entonces, con las manos extendidas y con veneración
como si fuéramos a depositar flores allí,
recitábamos viejas e inútiles plegarias.
Luego nos retirábamos con timidez y miedo
como descendiendo hacia lo profundo de la tierra,
y encendíamos todas las luces de la casa,
y cerrábamos las ventanas y las puertas,
creyendo que estábamos a salvo de la intemperie del tiempo
con solo contemplar la imagen descolorida e inmóvil
de la Anunciación de Fray Angélico,
colgada en la serenidad del cuarto de la abuela.

Ahora los sentimientos y los sueños
de los días nuestros llegan al antiguo patio
como húmedos pasos para recordarnos,
que no sabíamos, ni sabemos aún qué decir acerca de la muerte.

“- ¿Dónde estábamos?-” Preguntó mi hermano
que todavía no había nacido.
“- En ninguna parte”- Contestó la abuela
que ya había muerto,
pasando una ramita de albahaca fresca
sobre los ojos secos de los helechos.




MENSAJE PERDIDO ENTRE LAS VOCES DE PORCHIA

Escribo un nombre que se borra,
el auto de fe del mar
y ciertos huesos entre las palabras.
Escribo: “el sol regresa de dejar un muerto
condenado al olvido”.

¡Es tan extraño perdurar!

En la desnuda dimensión del silencio,
el olvido apostado en la sangre
inicia su batalla contra el tiempo.

Tal vez por eso dibujo un círculo
con un árbol en el centro
desde el puño del viento.

Ahora los tatuajes del agua
en la arena del mar,
dejan un mensaje para nadie.
Escribo: “cuando digo lo que digo,
es porque me ha vencido lo que digo”.
Y silencio un gesto, un acto, una ausencia.




NATURALEZA MUERTA *

Nada hace prever en el color de las frutas
su muerte próxima.
Sueñan al borde de la mesa
donde se agitan suavemente
en las ramas más altas y flexibles.
Instauran la armonía de los cuerpos blandos:
-lo bello suele estar cerca de lo corrupto-

Unidas por un hilo de luz,
esas frutas no son más reales
de lo que pueden serlo en una pintura.
En esta “naturaleza muerta”,
una luminosa cortina amarilla se deja caer
más allá de la espesura de los años.
Al amanecer los simulados árboles
se volverán a mostrar tras las sombras de las hojas.
Y sin embargo, en esta canasta con frutas pintada
en 1596, por el violento y fugitivo Caravaggio,
un claro resplandor se seguirá esparciendo:
el silencio de una escena única
que precipita su dilatada eternidad
sobre el dibujo animado del horizonte.
“Su valor radica en el hecho de estar aquí y no allí”.

Ahora, el sol proyecta su dedo de sombra
sobre el lienzo y rompe la permanencia
con que se disfraza: es una luz íntima
y este instante es perpetuo


*Canasta con frutas (1596), Caravaggio.




POR AMOR DE LA SIMETRÍA *



El amarillo de los follajes
Como suspendidos, sin espesor
No estorban la transparencia del aire.
En cambio, amarillas, con el amarillo
más luminoso, las hojas llueven
desde las ramas más altas.
En forma de abanico, su prepotencia cromática
Cubre la insípida superficie del lago.
En este paisaje todo parece espontáneo,
Pero todo está calculado;
La construcción de una naturaleza
Que la mente pueda dominar, y donde
lo pequeño crea la ilusión de lo grande:
un haiku hecho de colores, luces y hojas
que marca el cruce de dos dimensiones:
la perpetuidad de lo vegetal,
y el tiempo sucesivo de las palabras
que germinan, se secan o se pudren.


* Sobre una escena del film Primavera, verano, otoño, invierno….primavera
de Kim Ki-duk.

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