No sé y no pretendo saber qué es la poesía, aunque puedo intuir algunas cosas que cuando las digo, ya no son esa misma intuición… Tal vez el lenguaje poético, la transmisión oral y cantada de la poesía antigua, haya sido el original, en su acepción de originario y único, el modo primigenio de compartir vivencias y experiencias incomunicables por otra vía.
Anterior a la palabra escrita, ¿la música-poesía-canto, habrá sido un vehículo para mitigar la soledad, enfrentar los miedos a lo inexplicable, y compartir amores, alegrías y dolores con los otros? Si la respuesta fuese positiva, me permitiría al menos comprender en parte eso que llamo el “estado de poesía”, una especie de trance, de buscar atrás y más atrás de las palabras como soñando que alcanzamos un significado último, “el significado”, que permanentemente se nos escurre entre los dedos, escapa de nosotros señalándonos nuestro humano límite y el límite del lenguaje, intentemos cualquier transgresión de que se trate.
Esto que pretendí balbucear, como un tartamudeo escrito, me parece al menos bastante probable (lo del balbuceo, digo). De todas maneras, no busco y no puedo y además hasta siento que no tengo autoridad alguna para tratar de definir a la poesía.
Me parece, eso sí, esencialmente humana y como tal, la búsqueda de significado primordial del género humano, la búsqueda de una certeza imposible más allá de la conciencia de finitud. Creo que hay otras formas de búsqueda, pero quizás la música a la que luego se unió la palabra, y los primeros dibujos y tallas que la humanidad registra también anteriores a la palabra, son primordiales, o intuyo que deben serlo.
Lo único que puedo afirmar, es que cuando me encuentro en estado de poesía, o por lo menos cada vez que ello-creo-me sucedió, jamás pude decir lo que quería decir o suponía que quería decir. Era otra cosa, la escritura poética tenía y tiene vida propia. Y cuando otros la leyeron, tuvo también otras vidas. Qué misterio. Eso. Misterio, la Poesía.
Emilce Strucchi.Enero de 2013
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