¿Qué significa para mí la poesía?
Relaciono la poesía con una voz, venida de no sé donde, que al escribirla sea reconocible entre todas las demás escrituras.
En mi caso, las primeras voces poéticas las escuché en mi infancia leídas por mi madre de un viejo libro de poesía. Lo primero que me atrajo fue el ritmo que los versos traían, las palabras me sonaban como la música de todo aquello que ignoraba y que solo las podía comparar con mi mundo de sueños. En estos poemas no encontraba explicaciones de nada. Hoy creo que la significación de aquellos nombres no importaba, solo importaba el sonido. Mi madre me enseñó a memorizar algunos de ellos. Hoy no recuerdo a todos los que he leído sino que, a veces, me vienen a la cabeza algunos versos que indudablemente impactaron con fuerza mis visiones infantiles del mundo.
Si me pongo a pensar en que significa la poesía para mí diría que ella ha tenido que ver con la perplejidad y el asombro ante el misterio de las cosas. Tal vez sea el poeta, con su escritura, el que al ahondar en la existencia de cuenta de la intemperie en la que vivimos y de lo azaroso de las circunstancias que nos rodean. Es por esto que escribir es una tarea peligrosa. La experiencia poética en su labor creadora accede a lo más hondo del vivir, ya sea en la vida social o en la cotidianeidad. El transcurso del tiempo nos hace partícipes de un mundo cambiante y en transformación.
Solemos encontrar en una obra poética lo sagrado y la magia de las cosas, los que escribimos versos solemos decir que los nombres acumulan letras que nos acercan en algunas raras ocasiones a un hallazgo. Muchos llaman a este encuentro epifanía como manifestación de algo luminoso. Tal vez sea que el poeta ha puesto combinaciones de palabras extraídas del silencio.
Las distintas formas que toma la poesía manifiesta la expresión de sentimientos, asombros, emociones, sensaciones; en fin, variados puntos de los sentidos de la vida que se encarnan en la escritura del poema.
Todo poeta siente que escribe guiado por una voz que se transmuta en ángel o en deseo inconsciente según sea su creencia. De lo que estoy bien segura es que no se escribe poesía por voluntad, entendida ésta como una facultad de la mente. Por eso tal vez sea que no me gusta hablar de inspiración. Sí, puedo hablar de trabajo, de una tarea intensa y creativa que ante la página en blanco toma la forma de poesía.
El poeta siente el imperioso impulso de escribir como si se tratara de algo inevitable en su propia vida.
Las voces poéticas aparecen en la escritura escondidas en el ritmo interno de las letras y emiten cifras misteriosas que nos hablan de lo inasequible al significado común y cotidiano. Me atrevo a decir que en el espíritu de la poesía hay algo visceral y sagrado.
Cuando amamos la poesía, la lectura de un poema nos traza huellas leves pero ciertas. Creo, estoy segura que la sensación que nos dejan los versos de los poetas fuertes es similar a la que se suele experimentar en los sueños. La poesía y los sueños son para mí tesoros prodigiosos. Cuando leo o escribo un poema me envuelve una oleada vital que reactiva con su movimiento propio mi laborioso camino en el mundo.
La voz convertida en palabras siempre trae imágenes visuales y sonoras que producen sentimientos, emociones y sensaciones preservándonos de la desesperanza.
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