Hoy, en una madrugada sin par, camino cobijado por una nube perezosa que descansa sobre suelo firme. El sendero es el de siempre. Pero…
Tan lejos del mar, por momentos, escucho el ruido de las olas que me susurran secretos.
Tan lejos de la muerte, por momentos, escucho voces y consejos de los que ya no están.
Tan cerca de la vida, escucho a un médico que grita: ¡su corazón vuelve a latir!
Jinetes
Enormes, de un tamaño colosal. Negros como sus caballos, con un brillo amenazador. Cabalgando entre estruendos, avanzaban los cuatro, ante la mirada perpleja y espantada de los feligreses. Estos elevaban oraciones al cielo hostil cuando una copiosa lluvia comenzó a caer y los jinetes se transformaron en un aliviado manto oscuro.
Mesa tres
Era una tarde apacible en el barrio de Belgrano cuando un hombre, con rostro de un lugar lejano ingresó al café de la esquina. Se sentó en la mesa tres. Hizo una seña y pidió un cortado. El mozo Caronte Papadópulos, un inmigrante heleno que había llegado hace tres décadas, llevó el pedido.
El parroquiano leyó largo rato un libro con caracteres griegos. Luego subió al baño del primer piso y, al bajar, vestía una túnica blanca. Sacó una moneda extraña, para pagar. El mozo se sorprendió, pero instintivamente la tomó. El extraño, al verlo, sonrió aliviado y comenzó a desintegrarse, junto con su libro. Papadópulus no podía creer lo que veía. El único testimonio de tal encuentro fue esa moneda. En la antigua Grecia, se acostumbraba enterrar a los muertos con un óbolo en su boca para pagar al barquero Caronte, que los llevaría al otro lado del río Aqueronte.
Desde entonces, una vez a la semana, el café recibe misteriosos clientes que quieren pagar con un óbolo, en la mesa tres, siempre atendida por el servicial Caronte Papadópulos.
Barco pesquero
El capitán era un tiburón. El timonel, un delfín. Los marineros, sardinas. La enorme red salía del mar llena de seres humanos: de distintas épocas y nacionalidades, amontonados. Algunos querían escapar y saltaban. Mezclados entre ellos había perros, gatos y caballos.
Los desterrados
La verdadera patria es la infancia
Rainer Maria Rilke
Hablaban el idioma de los juegos. Arrojados del seno materno, expulsados de la infancia por el paso decidido del tiempo, los hombres deambulan en su presente añorando o repudiando sus primeros años.
Desterrados de la misma patria, los adultos se empecinan en ver extranjeros o enemigos en quienes no tienen el mismo color, idioma o ideología.
Apenas ayer, eran niños y hermanos…
Por si no pudieron escuchar el programa "en vivo" el enlace para poder escucharlo es
https://soundcloud.com/la-desterrada/luna-enlozada-apoa-28-02-2019
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